lunes, 23 de noviembre de 2009

Las primeras palabras de un niño

“Mírame, escucha la música, bailemos.

Ayer me quedé esperando una palabra amable de tu parte, no deberías tratarla así. Ya se siente demasiado mal consigo misma para que tú (con tus razones) le hagas notar su error. No digo que te calles, pero es tu hermana, ten un poco de miramiento y dile las cosas mejor.”

Aún recuerdo aquella breve conversación en un día tan perfecto bailando nuestro primer y único vals. Tres años y pico son un suspiro. Ahora me veo aquí otra vez a tu lado diciéndote para siempre adiós, intentando asimilar que jamás tendré consuelo, ni siquiera el de ver cómo ayer la policía se llevaba a tu marido esposado. Tu madre no ha podido soportar la pena de verte marchar en tan bello ataúd. Tu hermana está aquí, a mi lado, desconsolada pero entera, lo suficiente para que yo pueda aguantar la situación.
Nosotros hemos perdido a una hija pero ella además lo vió venir y pudo hacer nada para evitarlo.

Esta mañana tu hijo, con tu sonrisa, llamaba a mamá.

martes, 3 de noviembre de 2009

A mi madre

2 de noviembre, día de los Difuntos. Es un día muy señalado para morir, pero si, hoy hace años que murió mi madre, los mismos que cumplirá mi hijo en pocos días. Para ella el mejor de los homenajes: un recuerdo.

Un recuerdo que encontré en un día triste de llanto por su pérdida, y que, desde entonces, quedó guardado en la gran caja donde guardo mis mejores tesoros.

Era una tarde de verano, oscurecía ya, allí en el pueblo. Las madres habían regado las puertas y estaban sentadas al fresco en las butacas, hablando de sus cosas. Los niños (éramos muchos) corríamos calle arriba y calle abajo jugando al coger y formando mucho jaleo. Derepente me vi corriendo hacia mi madre como si me persiguiera el diablo, corría y reía “mamá, que me coge la Nati”. Ella me cogió en sus brazos (no recuerdo la edad que tenía, pero no debían ser muchos años pues todavía cabía en ellos) y empezó a reír. Mi oreja quedó apoyada sobre su pecho y la oí por dentro. Era algo mágico escuchar su respiración, su risa, el eco maravilloso de su voz (me decía algo de que no corriera así que me iba a caer) y sentir su olor a colonia fresca de baño…

Gracias mamá por tan bello recuerdo que me dio consuelo en un momento de tanta desesperación. Donde quiera que estés recibe el más dulce de los besos.